Sexo, placer y felicidad

Si algo está claro y es evidente, es que el sexo es una de las mayores fuentes de felicidad de una persona. Y eso repercute en toda nuestra integridad física y mental: aumenta nuestra autoestima, nos sentimos más guap@s, más felices, mejora nuestra resistencia respiratoria y muscular, vivimos con más ganas y no queremos parar de hacer cosas.

Todo esto responde a la química del propio cuerpo. De ahí el famoso dicho de "Tú lo que necesitas es un buen polvo" cuando alguien aparenta un cierto desánimo, decaimiento o amargura. El sexo es el ejercicio físico que mejor sincroniza con el bienestar psicológico, el placer y la felicidad.

Del sexo se obtienen muchos beneficios, tanto directos como indirectos. Si nos centramos en el lado físico y durante el coito, el primer cambio se produce en la frecuencia cardíaca. Ésta aumenta al igual que lo hace la respiración. Una vez alcanzado el orgasmo, aumenta el riego sanguíneo, lo cual hace que la piel y el pelo brillen de una manera especial.

En una relación sexual activa, se pueden quemar hasta 3.000 calorías, de ahí lo de practicar sexo después de haberse excedido con las patatas fritas y la cerveza viendo los partidos de la Selección Española en la Eurocopa.

La consecuencia psicológica de todo esto es un aumento de autoestima, alivio de las tensiones, estrés, depresión, problemas... y por ende, la felicidad prime por encima de todo.

Pero... ¿Cuál es nuestra química? ¿Qué hormonas son las que interfieren en todas estas respuestas del cuerpo?

Primeramente, las hormonas (también consideradas como analgésicos naturales) que primero actúan provocándonos una gran sensación de euforia emocional y placer, son las endorfinas. En el caso de la mujer, la oxitocina aumenta la intensidad del orgasmo y, tras éste, el organismo se sume en una profunda relajación, olvidando por un largo tiempo los problemas, el estrés, las deudas, el trabajo, el paro... y haciendo flotar a la persona en una nube.

El sexo bien disfrutado se resume en una palabra: Felicidad.